La perspectiva de género pone en duda la neutralidad de género de cualquier acción, incluso aquellas que en apariencia no afecten, pues en la medida en que se enmarcan en estructuras sociales desiguales impactan en distinto modo a mujeres y hombres.
Una evaluación desde la perspectiva de género se basa en el reconocimiento de las desigualdades estructurales que afectan a los distintos colectivos y que se reflejan en la organización social, tanto a nivel socioeconómico, como sociopolítico, división del trabajo, vida privada, etc. Implica comparar y analizar, de acuerdo con criterios relevantes de género, la situación y tendencia actuales de la cuestión objeto de evaluación, así como el desarrollo esperado resultante de la introducción de una acción o acciones determinadas.
Su objetivo es evitar consecuencias negativas (inclusive las involuntarias) en el problema de la desigualdad de género mejorando la eficiencia de una acción o acciones.
La evaluación con perspectiva de género puede realizarse con carácter previo a la acción, de modo que exista margen para corregir las posibles disfunciones que se detecten y se promueva un mayor grado de concienciación de las personas implicadas; o con posterioridad, hallándonos en ese caso más en el ámbito de la persuasión que de la ejecutabilidad directa.
En tanto la evaluación con perspectiva de género incluye medidas concretas, tiene una parte técnica consistente en la recopilación y análisis de información disgregados por sexo. Además deberá irse más allá del marco concreto y valorar el contexto y los procesos políticos y organizativos subyacentes. Para ello se requiere que la persona evaluadora sea experta en la dimensión de género.
Con base en lo anterior la evaluación se planteará si el género es relevante de forma explícita o implícita en la acción analizada, así como qué impacto tendrá en la organización social. En todo caso contribuirá a una mayor sensibilización respecto al género de las políticas y acciones objeto de análisis.
Debemos tener en cuenta que la evaluación siempre parte de un comanditario o cliente, es decir, hay alguien que la encarga y en consecuencia está mediatizada por el destinatario y va ligada a procesos políticos e ideológicos.
Por último, cabe distinguir entre una evaluación feminista y una evaluación con perspectiva de género. La evaluación feminista parte de las teorías feministas y busca cuestionar la autoridad, revisar asuntos relativos al género y examinar las vidas de las mujeres, es decir, se configura como actividad política con el objeto de promover el cambio social. En cambio, el enfoque de género en la evaluación examina la evolución de los enfoques de desarrollo que buscan cambiar las vidas de las mujeres, es decir, introduce el género como categoría analítica.
Es posible combinar ambos enfoques, sirviendo la evaluación feminista como marco que nos insta a escuchar a las mujeres y a tratar de que nuestros hallazgos contribuyan al cambio social, mientras que la perspectiva de género nos puede ayudar a definir las preguntas concretas.
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